Enseñar a nuestros hijos a rechazar la droga
Para enseñar a nuestros hijos a rechazar la droga debemos decirles la verdad. Para que nuestro niño, nuestro adolescente o joven adulto escuche y crea en lo que nosotros, padres, tenemos para decirle, debemos obligatoriamente ser creíbles a sus ojos. Hoy en día, informaciones contrarias los invaden a través de la publicidad y otros medios de comunicación. ¿Entonces, porqué nuestro hijo elegiría prestarnos atención y sobre todo creernos?
Primero, segundo, tercero, diría que nuestro amor es lo que le da  valor a nuestras palabras. El amor de una madre es indestructible, no  pasa, no se cansa, no se compra. Pero ese amor atraviesa pruebas, y la  prueba del cuestionamiento de la verdad por nuestros adolescentes no es  una tarea fácil. ¡De poco importa, el amor todo lo puede!  
Existe un  camino seguro, a seguir desde la niñez, el del ejemplo, de la verdad y  la educación. Ese mismo espíritu nos permitirá ayudarlos a convertirse  en adultos responsables.
Si nuestros hijos tienen bases sólidas, se  construirán sólidamente. En primer lugar deben confiar en sus padres, y  para eso no hay que mentirles. Debemos buscar la verdad acerca de la  droga antes de tratar de hablar del tema con ellos. Es preferible  admitir nuestra ignorancia antes que dar una falsa información. 
Si  nuestro hijo nos miente, le mostramos porqué eso no correcto, le  explicamos, lo perdonamos. Si lo vuelve a hacer, nos decimos a nosotros  mismos, “¡lo ha vuelto a hacer!” Entonces le explicamos, lo perdonamos y  esto hasta que entienda y deje de hacerlo. Si le mentimos a nuestro  hijo: Pierde confianza en nosotros. Siente una brecha en sus  fundaciones. Si nos hemos equivocado, es un error de parte nuestra, lo  reparamos y se lo notificamos. Pero no debemos nunca mentir a nuestro  hijo. La verdad es un punto sólido para que él pueda apoyarse en su  padre o en su madre. 
La filosofía de Infancia Sin Droga es, según  dice Guy Gilbert: Nosotros, los padres, somos los más indicados para  ocuparnos de nuestros hijos. 
Debemos enseñarles a “ver por ellos  mismos” y saber distinguir la verdad de la mentira, el bien del mal. Con  nuestra ayuda, deberán aprender a observar y a sacar conclusiones. Eso  sí, no nos hagamos ilusiones, no existe píldora, ni una nueva molécula o  un tratamiento milagroso para remplazar, para abandonar la droga. Peor  aún, hoy la moda es pretender hacernos entrar en el cerebro de nuestro  hijo para ver bajo qué procedimiento reacciona a la droga, porqué entra  en un estado carencial, porqué ya no estudia. ¡No nos dejemos engañar  más! Después de un consumo de droga el cuerpo funciona mal y el freno a  todo esto lleva un nombre: Abstinencia total. 
Cuando nuestro hijo  nos recita un poema y nos dice que nos quiere, cuando nuestro hijo  aprueba con creces un examen, no nos preocupamos por saber qué parte de  su cerebro esta en acción, ni si el flujo de su sangre difiere cuando  nos anuncia sus logros. 
Cuando un hijo consume droga: Ya no trabaja,  no se levanta, roba, miente, se enferma, le pega a su madre, pierde la  voluntad y termina por perder la autoestima. Es lo que veo. 
Si deja  de consumir droga, legal o ilegal, recupera sus facultades humanas, es  decir pensar con el corazón. De nuevo quiere ayudar, darle cariño los  demás, perseguir un objetivo, animarse a realizar actos apostólicos o  sociales. Es lo que veo. 
En Francia y en el mundo entero existen  lugares donde laicos, religiosos y religiosas, que no han estudiado  medicina, salvan y han salvado a millones de jóvenes catalogados como  esquizofrénicos, perdidos, disminuidos, a punto de suicidarse, a punto  de dejarse morir. En esos sitios, la droga es remplazada por el amor. Un  amor verdadero, desinteresado, gratuito. Es lo que veo también. 
Baudelaire,  que no era médico, escribió en 1838 que el cannabis es un arma para el  suicidio. Podemos constatar que nada ha cambiado. La primera pregunta  que nos podemos hacer cuando un individuo quiere suicidarse es: ¿Qué  droga, legal o ilegal, consume? Todas las drogas conducen a la depresión  y al suicidio. 
Si hay niños en su casa, a partir del ejemplo, de la  verdad y la educación, podrá enseñarles a rechazar la droga. Para  educar siempre hay una condición: Formarse. Debemos obligatoriamente  aprender, o nos faltarán verdaderos argumentos. 
Por más que llore,  que rece, que ayune, que grite hacia Dios, nadie nunca podrá consolarme  de esos numerosos adolescentes, bellos, inteligentes, pero para los que  llegué demasiado tarde… 
Durante mis conferencias frente a 250 000  jóvenes por toda Francia, pude observar hasta qué punto no saben nada  acerca de la droga, inclusive los que pretenden tener conocimientos.  Hemos sido varios en constatar que muchos de ellos dejan de consumir,  regularmente o no, y retoman sus estudios después de haber recibido  nuestra información. Para la mayoría bastaría con que les digamos la  verdad acerca de la droga y que los dejemos marcharse diciendo: “A ti  hija mía, a ti hijo mío. Abre tus ojos, ayuda a los que lo necesitan, te  quiero y confío en ti”. El trabajo es más fácil de lo que se imagina,  porque nunca he conocido a un drogado feliz. 
Marie-Christine d'Welles
 
                         
                