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Nos dice la escritora Virginie Despente acerca de la cocaína, en un artículo publicado en el periódico Le Monde el 13 de abril de 2006.

Cuando se llega París, siendo de provincia, y que se empieza a frecuentar gente rica, lo primero que resulta chocante es que todos consumen cocaína; es la droga de ellos, está en todos lados (…). Aunque no tengas dinero ni ganas de invertir en ello, puedes consumirla con facilidad cada vez que sales. Es una necia droga social, la gente sabe que crea lazos con rapidez, así pues, cuando tienen algún interés en tenerte cerca, puedes obtener coca con mucha facilidad (…).

Yo consumí un poco al principio y mucho durante dos años, cuando se rodó Fóllame. De todas lasdrogas que he conocido, esta es la que me dejó el peor recuerdo. Es cierto que las primeras veces resulta divertido. No hubiéramos podido terminar de rodar Fóllame sin coca, quizás porque habríamos tomado consciencia de todo lo que pasaba alrededor, y por tanto nuestras sensibilidades habrían sido más normales (…). Escribí en tres o cuatro días mi novela Las cosas bellas, bajo coca, desbloquea algunas cosas. Pero genera pequeñas subidas rápidas; luego hay que volver a consumir enseguida y, al cabo de un rato, el cerebro se enreda (…).

Hace dos años que se generalizó, tanto en los asentamientos de marginales como en la esfera de la prestigiosa ENA (Escuela Nacional de Administración). La gente ahora la pone al mismo nivel que el cannabis o el alcohol. Si quiero comprar, puedo comprar en un momento, de muchas maneras. Se consigue más fácil que la marihuana (…). Lo mismo pasa en provincia; antes no se consumía mucho en Nancy, Lyon o Rennes. Ahora, cuando voy, veo que la gente consume muchísimo: profesores, asistentes sociales, empleados de la ANPE (Agencia Nacional Por el Empleo), abogados. He oído que en Lyon se puede encontrar hasta en los liceos públicos (…).

En ciertos medios, estoy segura que ocho de cada diez personas funcionan con cocaína, están modificados por la cocaína. Pero no lo van a reconocer, porque estamos en Francia. Somos católicos, hacemos las cosas, pero a la tapada (…). Un tipo como X… escritor en boga, no va a decir con franqueza cuánto dinero pone en su coca. Si la gente comparara su sueldo con el presupuesto que algunos privilegiados gastan en coca, esto les diría hasta qué punto los están cagando. X… dilapida diez sueldos mínimos por mes en su coca. Pero no va a decir: gasto 10 000 euros por mes en coca y me cago en… todos, nadie puede oír esto. Además, en esos medios, la coca está totalmente aureolada. Pero yo nunca he visto que eso te pueda volver brillante a largo plazo. La cocaína solo crea gilipollas arrogantes, charlatanes, muy seguros de sí mismos, agresivos, paranoicos, todo menos genios (…).

Es una droga que te incluye en la sociedad, una droga de Blanco, políticamente muy marcada. Usualmente es la droga de los publicistas, y estos, son unos crapulosos. Sin ir más lejos, la gente de publicidad, de tele, de prensa, de cine, los políticos toman coca, no es casualidad (…). La cocaína, para sujetar a la gente, es estupenda. Cuando estás en la cocaína, todo lo que cuenta es volver a comprar, entonces trabajarás en las condiciones que sean. Se piensa menos, se trabaja más, se necesita más dinero. Menos horas de sueño, muchísima menos reflexión, y ya ningún margen de rebelión, no te vas a rebelar cuando necesitas coca para al día siguiente. Además, la coca nubla el pensamiento, entonces si el jefe habla, se hace lo que el jefe dijo, porque mañana de todas maneras se va necesitar coca.

Personas que conocía y estimaba ya no son las mismas, han cambiado mucho. Veo hasta niños de 16 años que están metidos en la coca, hijos de burgueses (…). Los casos más desesperados los he visto en chicas, lo llevan con más dificultad que los chicos. Debe de haber algo con los estrógenos y la coca, no encajan. Las mujeres son también más vulnerables porque adelgazan. Se dicen a ellas mismas: si paro, vuelvo a engordar; la primera trampa evidente (…). Personalmente, no creo haber regresado del todo, ya no soy la misma emocionalmente. Algo en mi cambió, un equilibrio químico se transformó: crisis de llanto, nerviosismo (…). Estoy a la espera del discurso que se tendrá al respecto en unos diez años, cuando se empiece a pagar los platos rotos. No sólo por los ataques cardíacos de las personas de 55 años. Ni hablar de todos los pesimismos que eso va a generar. Es la droga del suicidio absoluto (…).